google-site-verification=W4JiPUkp_G2kZZVS-o62liN40WEVgPWgCCloRv-xIdc la luz del monte: LAS ENCINAS MUERTAS DEL MONTE.

miércoles, 4 de junio de 2014

LAS ENCINAS MUERTAS DEL MONTE.



Los montes mediterráneos que ocupan la Comunidad de Madrid, se han recuperado bastante bien en los últimos treinta años... Pero de treinta años a hoy, la sobreexplotación que han sufrido durante siglos está pasando factura, unido a las intensas sequías, sobreexplotación de acuíferos, contaminación atmosférica, lluvia ácida, cambio climático... No es raro ver grandes árboles muertos. Algunos en pie y otros ya caídos.
En la imagen vemos una encina centenaria muerta, con varias oquedades, en las que crían una pareja de herrerillos capuchinos y de herrerillos comunes, y donde tiene su posadero una pareja de ratoneros.



Si observamos estos árboles muertos, veremos que tienen agujeros naturales de pájaros carpinteros, de insectos xilófagos o abiertos por las inclemencias meteorológicas... En ellos habitan y crían multitud de insectos, como el Cerambix cerdo, mariposas... Aves de pequeño y mediano tamaño, como torcecuellos, carboneros, pitos reales, abubillas... Pequeños mamíferos, como lirones caretos, ratones de campo, comadrejas...
En resumen, estos árboles muertos cumplen una función muy importante para muchos seres vivos, y en consecuencia, tienen un papel ecológico muy importante en el monte.
En la imagen vemos a un herrerillo común en la entrada de su nido, localizado en una oquedad de una encina centenaria muerta.



Hoy día, incomprensiblemente se siguen talando estos árboles, que cumple un papel ecológico muy importante en el monte... Se está incumpliendo la ley en muchos espacios protegidos de la Comunidad de Madrid, pues al talar estos árboles se está dejando sin lugares para criar, desarrollarse y alimentarse, a especies protegidas por la ley regional y nacional. Por otra parte, en ciertas ZONAS de los espacios protegidos, está prohibido alterar el hábitat natural y ecológico de las especies.
En la imagen vemos una encina talada de unos doscientos años, en un espacio natural protegido de la Comunidad de Madrid, donde está prohibido por la ley alterar el hábitat y atentar contra las especies que en él habitan.


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