google-site-verification=W4JiPUkp_G2kZZVS-o62liN40WEVgPWgCCloRv-xIdc la luz del monte

martes, 1 de septiembre de 2015

EL BARRANCO DE LOS TEJOS.


Hoy vamos a visitar un barranco poco conocido, localizado en El Sistema Central, en las montañas de Madrid. Un barranco por el que corre un arroyo que nace en la cumbre de una montaña alta, cubierto de robles y otras especies forestales, en el que habitan seres vivos con más de mil años de edad...




Desde el pueblo, localizado en el fondo del valle, con las primeras luces del día camino hacia el barranco...




Por el camino veo pájaros de diversas especies y escucho sus cantos. En el tronco de un árbol caído, observo a un pinzón común macho.




A esta hora el paseo se hace ligero, pues no hace calor y el sol no molesta.




Llegando al barranco, podemos ver la importante mancha de robles que lo cubre. Una mancha en la que abundan los fresnos de flor, arces, robles albares, sauces de montaña, acebos, tejos...




En el cielo veo a la reina de la zona... Un águila real con más de 20 años de edad, que lleva muchos años criando en la zona.




Por esta zona me interno en el barranco. Una zona cubierta por grandes avellanos, sauces de montaña, acebos, robles y grandes hiedras que trepan por sus troncos.




En la orilla del arroyo veo a un pequeño duende de estos lugares, el escribano montesino. Un pájaro elegante de llamativos colores.




Las grandes y vistosas hojas del avellano, brillan como estrellas verdes en el techo del arroyo.




En esta zona de la ladera, cubierta por grandes avellanos, robles, arraclanes y sauces, también se nota la sequía que estamos padeciendo.




Sobre la vistosa flor de una centaurea, observo durante un buen rato a una mariposa endémica de la península, la mariposa medioluto ibérica.




Sólo, entre los variados árboles que acompañan al arroyo, aparece el primer tejo. Es un ejemplar que pasa sobradamente de los quinientos años...




En esta zona del barranco el fondo del arroyo se ensancha. La luz agradable del sol de la mañana, se cuela entre los árboles del monte y apenas ilumina su interior...




Posado sobre la rama muerta de un árbol, veo a un bonito y elegante colirrojo real. Estamos en época de paso...




Los grandes helechos machos crecen a la vera del arroyo, poniendo su punto de elegancia entre las grandes rocas.




Poco a poco, los grandes tejos centenarios van apareciendo entre los árboles del monte...




Un herrerillo capuchino pasa por los árboles del arroyo... Busca insectos entre las ramas carcomidas de los sauces.




En un recodo del arroyo, donde da bien el sol, abundan las zarzas y los rosales silvestres. En esta época ofrecen sus deliciosos frutos.




Llegamos a una zona donde el cauce del arroyo se estrecha, y se hace impracticable caminar por él.




Más arriba, un grupo de tejos de diferente edades cruzan sus grandes y largas ramas...




Algunos ejemplares tienen pequeños y vistosos frutos. Unos frutos que alimentan a los pájaros del bosque, y pueden ser mortales para el hombre.




Como ocurre en la mayoría de las ocasiones, la fauna nos ve antes. Posado en la rama seca de un fresno, un macho de pico picapinos te observa...




Protegido por grandes rocas, entre robles y grades avellanos descubrimos al decano de todos los tejos del barranco. Un ejemplar que pasa de los mil años. Un cronista irrepetible de la historia de estos montes.




Cerca, se ven pequeños y medianos tejos. Ejemplares que van a perpetuar la especie...




Caminando por el arroyo hacia su nacimiento, me encuentro con tres grandes y viejos ejemplares juntos. Si los observamos, veremos en sus formas que han sido muy afectados en el pasado por las grandes nevadas.




En el arroyo sorprendo a un joven mirlo común.




Aferrados a una peña grande que cae al arroyo, vemos una enorme mata de acebos.




Retirados del arroyo e integrados entre los robles, se ven varios ejemplares de tejos jóvenes.




Ahora pasa por la zona una familia de trepadores azules... Sus movimientos y sus cantos delatan su presencia.




Al llegar a este punto del arroyo, me detengo unos instantes para observar el panorama... Un tejo centenario junto a una enorme mata de avellano. Dos especies forestales eurosiberianas, que sólo habitan en climas templados muy húmedos.




El día está siendo muy variable... Tan pronto se cubre como sale el sol. Dentro del monte, las luces y las sombras lo confunden todo...




Una familia de mitos, compuesta por los padres y unos diez pollos, pasa por los sauces del arroyo buscando insectos entre las hojas y las cortezas de las ramas.




Metido en una zona honda del barranco, observo grandes sauces de montaña de considerables troncos, acompañados de grandes tejos.




Por el arroyo, las largas varas de las zarzas se meten en el agua, poniendo otro punto más de contraste en el paraje.




Un petirrojo, otro habitante de estos parajes, se baña en una zona del arroyo donde acuden algunos pájaros para beber...




Llegando casi a la cabecera del arroyo, descubro a otro elegante y monumental tejo. Ejemplares que despiertan hoy día la admiración y el respeto...
Hasta los años setenta del pasado siglo, estos ejemplares carecían de valor económico. Sólo valían para que los vaqueros de la zona se calentasen con ellos durante las estaciones frías, pues eran los únicos árboles que podían cortar y quemar para calentarse.




En la cabecera del arroyo se recorta la silueta de un tejo... Hasta aquí llego. El cielo está completamente cubierto y la tormenta está a punto de caer. Los relámpagos y los truenos llevan más de una hora alumbrando y retumbando en el barranco.




Las nubes son tan densas y grises que apenas dejan pasar la luz del sol. Son las 17,20 de la tarde y da la sensación de que la noche está a punto de meterse en el monte... Con las primeras gotas me marcho en dirección al pueblo, acompañado por la luz de los relámpagos y el sonido de los truenos...


jueves, 20 de agosto de 2015

UN PUNTO DE VIDA EN EL MONTE MEDITERRÁNEO...


Entrado el mes de agosto, la vida en los montes mediterráneos del centro de la Península Ibérica es extrema. El calor es agobiante durante la mayor parte del día. Sólo refresca en las primeras horas y en las previas a la noche. El 99% de los arroyos no llevan agua, y los escasos ríos van muy mermados. Sólo vamos a encontrar agua en aquellos puntos donde existe un acuífero importante, que drena sus aguas a una fuente o un manantial. Estas fuentes y manantiales que aguanta durante toda la estación seca, son los principales protagonistas que van a hacer posible que la fauna autóctona y la que va de paso, puedan vivir en los montes mediterráneos.




Con las primeras luces del día me voy en busca del lugar... Son las 7´5 de la maña y la temperatura ronda ya los 20ºC.




El arroyo por el que transito, este año ha corrido muy poco, sólo unos días. Lleva seco desde el mes de mayo. Los fresnos que le acompañan notan la sequía que impera en el ambiente. Si no caen las tormentas esperadas, en días empezarán a tirar las hojas.




Con la entrada de los primeros rayos del sol en el fondo del valle, llego al manantial. Aquí vamos a ver parte de la fauna que habita en el monte...




Son las 8´25. La luz todavía es escasa. Un pequeño chochín, nacido esta primavera por los alrededores, va registrando minuciosamente todos los puntos del manantial. 




Al rato llega una joven lavandera cascadeña. Un pájaro fluvial que recorre las orillas del arroyo, buscando todo tipo de insectos que viven cerca del agua. Ahora, su coto fluvial se ciñe a este pequeño punto de agua.




A estas horas de la mañana van entrando con regularidad varios pájaros. Un pequeño mosquitero se deja caer en la orilla. Se aproxima al agua y después de beber se da un baño para arreglar sus delicadas plumas.




Un pico gordo macho entra como un rayo. Se posa en una piedra y muy tranquilo se pone a beber. De vez en cuando descansa y observa el panorama...




Varios mirlos comunes, adultos y jóvenes del año, transitan por el manantial... Uno de ellos, después de beber, se da un baño para quitarse el calor y limpiar las plumas.




Muy sigiloso, el pequeño agateador común se deja caer desde el tronco de un fresno...




En una orilla, donde la tierra es negra y abundan las pequeñas plantas del arroyo, una curruca mirlona busca insectos y bebe.




Integrada en el ambiente del manantial, descubro a la vieja rana verde.




Casi inadvertido, observo a un alcaudón común bañándose en una zona arenosa. Después se sube a un sauce y termina de arreglarse las plumas...




Un elegante colirrojo real macho viene recorriendo una de las orillas, persiguiendo a las moscas y mosquitos.
Estamos en la época del año en la que se empiezan a ver pequeños pájaros muy llamativos, por sus colores y por su comportamiento.




A media mañana entra un grupo numeroso de rabilargos. Van los padres y los pollos que han nacido esta primavera. Unos beben, otros se bañan... Con la misma algarabía que llegan, se van...




Después de dar muchas vueltas por los árboles cercanos y observar la situación, la joven oropéndola se deja caer en una de las orillas...




Un jilguero llega y se posa en un fresno cerca del manantial. Observa el panorama... Cuando cree que todo va bien, se lanza a la orilla para beber.




Al rato llega un grupo de estorninos pintos y se posan en los árboles próximos. Sus cantos y sus pequeños vuelos de árbol en árbol, denotan bien su presencia. De pronto empiezan a entrar... Unos beben, otros se bañan, otros picotean la arena en busca de semillas...




Cuando la zona se queda más tranquila, entra un elegante carbonero común y se posa en uno de los palos para beber. Después se da un baño y se sube a un fresno para arreglarse las plumas.




En una zona de sombras, donde el claroscuro de la tarde ayuda a ocultarse a ciertos pájaros, descubro a un macho de escribano soteño bebiendo. Este pájaro pasa muy desapercibido en los montes donde habita.




Pasados unos minutos entra una paloma torcaz adulta. Se posa en un punto y observa. Cuando ve que todo está bien, va andando hasta una de las orillas del manantial. Mira varias veces y se inclina para beber...




Estamos en época de paso. Hoy se han visto por la zona algunos papamoscas grises y muchos papamoscas cerrojillos, como el de la fotografía. Son pájaros insectívoros muy beneficiosos, por la enorme cantidad de insectos que consumen. Ahora van en viaje migratorio hasta África tropical.




Después de observar durante dos horas la zona, y asegurarse de que no hay peligro, el joven pito real macho, nacido la primavera pasada, se deja caer en una de las orillas. Entra muy desconfiado. Bebe, mira... Cuando se tranquiliza, se mete en el agua y se da un baño largo.




El sol ya se ha metido por las laderas altas del valle. En las inmediaciones oigo pisadas sobre las hojas secas... Desde el puesto me cuesta ver de quien se trata... Cuando llega a una de las orillas la veo. Es una enorme liebre adulta, casi como un zorro de grande. Bebe tranquila, descansa, vuelve a beber... Descansa un buen rato y se va.




Después de pasar 12 horas dentro de un puesto de un metro cuadrado observando la fauna, me marcho. Por el camino observo el panorama y escucho la banda sonora del monte... Si todo se desarrolla con normalidad, en tales puntos veré al zorro y al corzo... En las peñas altas, donde crían algunos años, veré al búho real...